Yo confieso que CREO EN LA DOCENCIA VIRTUAL.
Creo en las posibilidades que las Tecnologías de la Información y la Comunicación, en su metamorfosis hacia las Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento, ofrecen para el desarrollo de un proceso de enseñanza-aprendizaje. Porque conectan con la realidad del alumnado, porque puede llegar a emocionar, porque le ofrece desarrollarse competencialmente en cuestiones que les serán útiles en su vida diaria.
...Pero , ¿de un día para otro?.
Los templarios de las TIC hemos pasado de ver como en tres meses aquellos enemigos de la tecnología y aquellos adalides del “MÓVIL NO” han tenido que pasar por el aro en un contexto que, por haberse amarrado a su discurso tradicionalista, no había permitido sentar las bases para que una docencia en remoto funcionaran.
Un alumnado sin correo electrónico – o con correo pero sin contraseña -, aulas virtuales que no existen, alumnado sin acceso a medios y recursos digitales – por haber preferido comer que comprar una Tablet – no permitían que de un día para otro se organizara una escuela paralela para el siglo XXI.
Con esas mimbres, las clases se han venido desarrollando para pasar un trámite. Con mil indicaciones contradiciéndose y con alumnado que aprovechaba la circunstancia y la picaresca para no enrolarse en la formación.
He tratado de desarrollar exclusivamente tareas competenciales, sin avanzar temario y poniendo los criterios de evaluación en un segundo plano. Primando el desarrollo de habilidades de búsqueda de información y sobre todo, y más importante, el desarrollo del espíritu crítico. Esto último, me parece que podría ser el aprendizaje más necesario de los que puede aportar mi materia – Geografía e Historia – en un mundo y un contexto en el que las noticias falsas, la sobre información y la falta de criterio llenan las mentes y las pantallas de los dispositivos electrónicos de los adolescentes.
Cine, Estrategias de Pensamiento Visual, Gamificación y la creación de una Agencia de verificación de noticias históricas ficticia, me han permitido seguir en contacto con un alumnado que ha agradecido – y yo les agredezco a ellos sus palabras – que solo enviara una tarea semanal y no se tratara de un pdf a completar.
De esta situación salimos mejores, porque hemos detectado las necesidades y porque hemos logrado convencer – de forma agresiva – a aquellos agnósticos tecnológicos de que una educación virtual es viable y es posible, siempre y cuando estemos dispuestos, desde nuestra profesión, a entender que igual que cambian los tiempos, cambian los alumnos y nosotros debemos cambiar con ellos de la mano.